Caminando rápido para llegar a cruzar la calle, veo a un hombre mayor con un bastón y una mujer a su lado. Sentía culpa de correr mientras él apenas podía moverse, entonces decidí no cruzar la calle y esperar a que los autos pasen. Me hacía acordar a cuando no podía caminar y el mundo apurado, pasaba por al lado mio; y esa bronca que sentía al no poder moverme como todos los demás. Me puse a su lado y me preguntó si lo podía ayudar. Mostré mi poca fuerza pero fuerza al fin y lo tomé del brazo, agarrándolo bien fuerte, mientras él hacía lo mismo conmigo; y a paso de hormiga cruzábamos la cuadra. La mujer me miró y me agradeció. Seguíamos caminando lento. Un auto nos cedió el paso -que era nuestro igualmente- y ya estábamos a mitad de camino. Llegamos a la esquina, hicimos unos pasos y les dije que yo también iba a volver a cruzar, lo cual le gustó al señor y sin despegarse un segundo de mí, seguimos caminando para llegar. "No llegues a viejo" me dijo. Lo miré esperando una reacción de arrepentimiento, un "era broma, querida" pero no. Lo dijo de verdad. ¿Cómo podía explicarle yo, que quería ser abuela y llegar a tener su edad mientras él tomado con toda su fuerza de mi brazo tenía miedo de resbalarse y escuchaba órdenes de su hija? Y llegué a mi casa pensando... no llegues a vieja, no llegues a vieja, no llegues.
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